Columna Alfa, Beta y Gama

Cualquier viajero sabe que, cuando se toma un desvío equivocado, es necesario retroceder, sin importar cuanto, sólo para retomar el camino correcto.
Históricamente, México ha sufrido pisotones y robos por parte de Estados Unidos.

En 1848, los mexicanos perdimos la mitad del territorio nacional, y en lo reciente, se le quitó legitimidad a nuestra nación con el cambio del nombre de Golfo de México por Golfo de América. Además de injerir y acusar al Gobierno mexicano de nexos con la delincuencia organizada, nuestra gente en el extranjero está siendo víctima de las deportaciones masivas sujetas a operaciones de discriminación racial; sometida y detenida para ser devuelta al país, tras las redadas organizadas por parte de agentes de migración y efectuadas contra paisanos, solo por su aspecto físico.

Lo difícil está pasando, pero lo peor está por venir. Ahora, toda esa gente que perdió su patrimonio y que sembró una vida bajo el ‘sueño americano’, le quitaron todo.

Otra dificultad sumada será al llegar a este país que lamentablemente enfrentará una inminente crisis económica, disparada por la depreciación de su moneda frente al dólar.

México no tendrá las condiciones laborales para brindarles un empleo digno, ya que, el impacto negativo inmediato de los impuestos arancelarios del 25 por ciento, llegará directamente a las empresas instaladas en territorio mexicano.

Esto en razón de que al haber incremento arancelario, naturalmente habrá un aumento al precio de los productos de exportación y las empresas con una sobreproducción inmovilizada por el alto costo, tendrá que realizar en automático un paro técnico, lo que representaría que ya no se necesitaría tanta mano de obra y por ende, habrá mexicanos dentro del país que serán desempleados. No habrá trabajo para nadie.

También, al haber una disminución en el consumo privado, los productos de canasta básica tendrán que encarecer y, al haber menos mexicanos que puedan adquirir artículos cotidianos, será el reflejo de la pobreza que aumentará significativamente.

Los paisanos deportados llegarán sin tener la certeza de un trabajo seguro, porque el desempleo aumentará como consecuencia de esta imposición hecha por el ahora presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump.

El Gobierno Federal, bajo la batuta de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo,  deberá de ser muy audaz en tomar las medidas necesarias para hacer frente a esta situación, para que pueda evitar una tunda a la ya crítica económica familiar.

Habrá que ver cuál será la estrategia que se defina dentro del ya mencionado Plan B y que implementará el equipo de la presidenta a partir de mañana lunes, si se mantiene la imposición. También se debe garantizar a los ciudadanos sobre si estas medidas cobijadas por el plan presidencial lograrán hacer frente a la inminente crisis que arrastrarán los impuestos norteamericanos.

El comentario que se puso al inicio va pensado en que es tiempo de una verdadera cuarta transformación, motivada por el desprecio de Norteamérica a México, y, aunque pueda en un inicio significar un retroceso económico, la pena valdrá bajo el principio del desalojo de las marcas estadounidenses del territorio nacional y el surgimiento de nuevas empresas locales.

La autarquía sostenida con los recursos no exportados, porque México tiene suficientes recursos para la hambruna venidera pero, entonces, si hay manera de sobrellevar esta crisis surge la pregunta, ¿quienes son los que realmente dejarían de ganar? O, ¿quién realmente no quiere dejarse perder?

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