Por Gamaliel Vázquez

Así como el sonido distintivo que hace el afilador para llamar a sus clientes o la resonancia que hace el vendedor de camotes para atraer a los gustosos de su néctar o el grito del voceador de noticias a los interesados de lo que ocurre en el día a día, así es la peculiaridad del sonido que emiten los Organilleros por las calles de México para llamar a su público a escuchar su melodía, con esas piezas musicales que nos conectan con el pasado a través de sonoros emblemáticos que ahora forman parte del panorama auditivo que envuelve nuestras vidas.

VIDEO LOS ORGANILLOS EN LAS CALLES DE SANTA MARÍA (DALE CLICK)

A inicio del siglo XX, los habitantes de una Alemania amenazada por los conflictos bélicos, solían sacar estos Organillos por las calles de Múnich para armonizar el ambiente que había sido opacado por los estragos del conflicto que daría inicio a la primera guerra mundial.

Durante el periodo del porfiriato, algunos alemanes que buscaban oportunidades en otras tierras, ingresaron los primeros instrumentos a México, donde el aún presidente Porfirio Díaz, encantado por su sonido, encargó 200 organillos para amenizar sus reuniones por el país. En la época revolucionaria, los instrumentos pasaron a ser inventario del Colegio Militar, donde eran usados para el castigo de los cadetes que no hacían obediencia a las órdenes de los altos mandos.

Durante los conflictos revolucionarios, los organillos pasaron a ser propiedad de quienes los usaron durante su servicio militar, siendo luego una herencia para los hijos de los soldados, quienes al pasar de los años aprovecharon su música para lucrar en las calles, dando así origen al oficio de los organilleros.

Luis Estrada, trabajador del organillo por más de 15 años, nos cuenta que luego de esto,  los organilleros aprovechaban la visita de los circos a las ciudades para sacar más dinero con la afluencia de la gente, lo que permitió el nacimiento al uso del tradicional changuito organillero.

Al pasar de los años, las familias propietarias de los organillos, ya solo rentaban el instrumento a quienes lo deseaban trabajar, cobrándoles una cuota por el uso diario, lo que popularizó el trabajo y lo volvió una tradición de las calles, siendo que, en el año 2010, el oficio del organillero fue declarado patrimonio cultural de México.

El organillero, para inciar su trabajo, revisa el cilindro y los tubos, para asegurarse que todo esté en buenas condiciones.

Luego, activa el fuelle para generar el aire necesario para que el organillo inicie a emitir los sonidos, donde, con un movimiento suave y repetitivo, el organillero hace girar la manivela para que el tubo comience a rotar, permitiendo que los clavos toquen las lenguetas para que las notas fluyan invitando al público a escuchar la música en vivo.

La gente se detiene un instante para admirar su labor, mientras el organillero y sus acompañantes interactúan con el público que escucha y disfruta, quien luego deja una moneda como una muestra de su conformidad por tan grato momento.

Al finalizar su melodía, el organillero detiene la manivela para hacer una caravana de agradecimiento con su sombrero, recordándonos el símbolo de alegría que representa en la rica herencia cultural de nuestro México.

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